Soñé que era tierna
envuelta en pétalos y rosas,
vestida de rosa para no ser señalada
por los hombres de corbata.
Soñé que mi torpeza con los
tacones me señalaban como
una maldita borracha,
ni siquiera como vagabunda
pero eso no importaba
porque no era tierna.
Soñé que me amaban
como un algodón de azúcar,
me escribían poemas
edulcorados hasta vomitar.
Pero mi fantasía de princesa
se había esfumado como mi galán,
que se dedicaba a pernoctar
entre vinos y cigarros.
Soñé que iba al atardecer
como buena señorita
a su casa a dormir,
pero en medio de todo
los silbidos me acompañaban
en mi más absoluta soledad.
Ni siquiera llamaba la atención
el largo de mi falda,
o las protuberancias que como
buena señorita había heredado.
Era el hecho de ser señorita,
ir sin compañía,
y no tener esa cosa de poderío,
predominante en la historia.
Soñé que era tierna
dulce y casta,
virginal hasta la médula
sin que una leve caricia
tocase mi débil cuerpo.
Pero si cupido venía
a mi corazón,
y el galán, con la llave
para descubrir mi castidad
venía con su sonrisa,
debía mostrarme grácil y doncella,
como buena señorita.
Soñé que era tierna, dulce y educada,
sin decir una sola palabra,
para ser invisible
con los hombres que me rodeaban.
Soñé que era tierna, dulce y casta,
casi perfecta como dicta la sociedad
pero en mi interior,
deseaba tener alas para volar.
envuelta en pétalos y rosas,
vestida de rosa para no ser señalada
por los hombres de corbata.
Soñé que mi torpeza con los
tacones me señalaban como
una maldita borracha,
ni siquiera como vagabunda
pero eso no importaba
porque no era tierna.
Soñé que me amaban
como un algodón de azúcar,
me escribían poemas
edulcorados hasta vomitar.
Pero mi fantasía de princesa
se había esfumado como mi galán,
que se dedicaba a pernoctar
entre vinos y cigarros.
Soñé que iba al atardecer
como buena señorita
a su casa a dormir,
pero en medio de todo
los silbidos me acompañaban
en mi más absoluta soledad.
Ni siquiera llamaba la atención
el largo de mi falda,
o las protuberancias que como
buena señorita había heredado.
Era el hecho de ser señorita,
ir sin compañía,
y no tener esa cosa de poderío,
predominante en la historia.
Soñé que era tierna
dulce y casta,
virginal hasta la médula
sin que una leve caricia
tocase mi débil cuerpo.
Pero si cupido venía
a mi corazón,
y el galán, con la llave
para descubrir mi castidad
venía con su sonrisa,
debía mostrarme grácil y doncella,
como buena señorita.
Soñé que era tierna, dulce y educada,
sin decir una sola palabra,
para ser invisible
con los hombres que me rodeaban.
Soñé que era tierna, dulce y casta,
casi perfecta como dicta la sociedad
pero en mi interior,
deseaba tener alas para volar.