Frases para pensar
#1

Vuelvo a ofrecer los mensajes de José María Doria en forma de frases célebres y la interpretación de las mismas.

Las frases serán escogidas aleatoriamente o bien podéis escoger un número del 1 al 144.
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#2

(30-08-2018, 15:21 PM)Gloria_ escribió:  Vuelvo a ofrecer los mensajes de José María Doria en forma de frases célebres y la interpretación de las mismas.

Las frases serán escogidas aleatoriamente o bien podéis escoger un número del 1 al 144.

Que interesante!! me apunto,elijo el número 33,mil graciasss

El éxito no es para siempre,y el fracaso no es el final,lo que cuenta es el valor de seguir adelante.Ángel
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#3

Hola!!! Me apunto, la que me toque será la adecuada. Muchas gracias
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#4

(30-08-2018, 15:49 PM)sacerdotisaluna escribió:  
(30-08-2018, 15:21 PM)Gloria_ escribió:  Vuelvo a ofrecer los mensajes de José María Doria en forma de frases célebres y la interpretación de las mismas.

Las frases serán escogidas aleatoriamente o bien podéis escoger un número del 1 al 144.

Que interesante!! me apunto,elijo el número 33,mil graciasss

COMUNICACIÓN

Tacto es la habilidad de lograr que otro vea la luz sin hacerle sentir el rayo. Henry Kíssinguer.

La verdadera maestría lleva aparejada la facultad de transmitir enseñanza a otra persona sin pasar ninguna factura emocional por ello. Se trata de facturas encubiertas que recuerdan sutilmente, no sólo la ignorancia del que aprende, sino también la superioridad del que enseña. La verdadera maestría muestra que aprender es un proceso fácil y apoya la idea de que no es necesario el esfuerzo, sino que más bien es la motivación lo que realmente cuenta. La tan caducada frase la letra con sangre entra, afirmaba que el conocimiento se logra a través del sacrificio y las experiencias de renuncia dolorosas. Pero sin duda, dicha sentencia pertenece a los viejos paradigmas de escasez y estancamiento de nuestra herencia. En el mundo de la enseñanza, es frecuente encontrar a personas que son simplemente eruditas. Es decir, que tan sólo poseen cantidad de datos académicos. Son profesionales que todavía no han “metabolizado” su información ni logrado convertirla en sabiduría. Son repetidores de lo leído que tan sólo se quedan en meros “coleccionistas de datos”. Por el contrario, aquel ser humano que haya experimentado la información que posee, y mediante lágrimas y risas haya madurado su alma, estará facultado por el Universo para facilitar la expansión de la consciencia. La función del profesor puramente “enterado”, consiste en repetir la información que acopia y, en el peor de los casos, dar lecciones con carga de superioridad soterrada. Por el contrario, la figura del profesor que tras subir la escarpada, se ve inmerso en el descenso a sus “infiernos”, expresa tal grado de prudencia y sabiduría, que no osa condenar ni siquiera a su propia sombra. El ser humano maduro hace ya tiempo que salió de la casa y derritió sus fríos picos matemáticos en los valles del corazón. Valles en donde nació la Vida con mayúsculas. El sabio camina hermanado junto al discípulo, facilitando situaciones en las que el joven siembra preguntas y cosecha respuestas. ¿Cómo hace un psicoterapeuta para mostrar la luz sin los efectos del rayo? La Psicología es el arte de elaborar preguntas. Preguntas que al nacer, dirigen la atención del paciente hacia áreas que éste por sí sólo, difícilmente observaría. Y sucede que al mirar, allí donde conviene alumbrar y proceder a examinar lo que aflora, logramos expandir consciencia sobre nuestras insospechadas sombras. La palabra “terapeuta” quiere decir “acompañante”. Un psicoterapeuta será un acompañante de la psique es decir, acompañante del alma. Un facilitador de espacios de transformación en los que se modifican pautas. En realidad, el campo de consciencia que un psicoterapeuta elabora con su cliente, más se parece a un espacio de ginecología en el que se alumbra un nuevo Yo, que a un diagnóstico académico orientado por baterías de test y títulos de excelencia. Cuando encontramos un mentor vocacional que nos acompaña y asesora en los procesos de cambio, revisamos interpretaciones de lo que sucede, y sobre todo, ampliamos progresivamente la facultad de “darnos cuenta”. Mostrar la luz sin hacer sentir el rayo, también significa ejercer el arte de preguntar de forma tal que el propio sujeto que está aprendiendo a aprender, elabore su propia respuesta. El proceso de respuesta consiguiente no se queda en el nivel del dato, sino que desencadena vivencias conscientes que transforman la mente del que se busca. El que enseña a los demás tras haber aprendido a preguntar y a escuchar, en realidad, es el que mejor muestra y revela lo que hay tras las apariencias.

(30-08-2018, 15:52 PM)Nika escribió:  Hola!!! Me apunto, la que me toque será la adecuada. Muchas gracias

HERMANDAD

--Busqué mi alma a mi alma no la pude ver.
Busqué a mi Dios, mi Dios me eludió.
Busqué a mi hermano y encontré a los tres-- Anónimo


Hay momentos en los que la vida nos enfrenta a la enfermedad, al duelo y a la desgracia. Sucede entonces que tendemos a sentir que todo se mueve y se tambalea. Es un tiempo en el que buscamos un Algo que esté más allá de la vida funcional y prosaica y que, a su vez, aporte alivio y nuevas respuestas. En tales circunstancias, muchas personas recuerdan que, en algún tiempo pasado y, antes de entrar en los giros cotidianos de la noria, experimentaron registros de inocencia y lucidez. Y, tal vez entonces, se nos ocurre echar de menos la calidez del alma, sobre todo, en momentos sensibles en los que observamos como asoma a nuestra conciencia la mediocridad y tristeza. Es un tiempo en el que uno se interesa por niveles sensibles que, al parecer, tan sólo afloran en los místicos y poetas. En el fondo, se tiene la esperanza de aprovechar la nostalgia recién presentada para ver un destello de luz e incorporar tal esencia en la vida diaria. Uno, entonces, tan sólo quiere sentir y aliviar la sequedad que acompaña el desierto de algunas etapas que su vida enfrenta. Tras no ver ni escuchar ningún destello de respuesta, uno vuelve, poco a poco, a los hábitos de cada día y la idea de tan sutil contacto, pronto se olvida y dispersa. Pareciere que la llamada profunda no ha debido llegar al nivel que uno anhela. Tal vez, porque piensa que cualquier cosa que huela a espiritual es una idea fabricada por el temor de la propia mente o, tal vez, porque Eso, aunque exista, no contesta en la forma que uno espera. Es entonces cuando se recuerda que, tal vez, Dios no tenga su residencia en los cielos precisamente, sino que sea el corazón profundo de todas las cosas. Tras lo cual, uno decide aplicarse con plena atención al momento presente como forma de limpiar el canal de conexión con su propia alma. Poco a poco, la acción noble y justa hace encajar todas las piezas que anteriormente parecían dispersas. Finalmente, uno termina por sentir que Eso que buscaba es uno mismo y que se halla en relación con su propio darse cuenta. Pasado un tiempo, la profundidad comienza a revelarse y la propia mente busca la serenidad en un silencio que antes no aguantaba y que, ahora, de pronto, se vive como estado óptimo de conciencia. Uno observa que desde la reciente complicidad interna, Eso existe debajo y encima, atrás y delante de todas las cosas. Llega un día en el que sentimos hermandad con los rostros que se cruzan. Un sentimiento menos empañado por el egoísmo, la prisa y la sombra. Y como si fuese un pequeño tallo que aflora de la tierra, brota el espíritu de servicio que, anteriormente, latía escondido en ese espacio interior que recuerda a las capas más profundas de la cebolla. Es entonces cuando se capta el alma como apertura que subyace en las pupilas, muchas veces ajenas a su propia grandeza. Uno comenzó buscando en los cielos. Más tarde, adentró su mirada al corazón de sus células y se abrió a momentos de silencio que apostaban por la hondura serena. Y todavía, más tarde, el Rostro interno, ya vislumbrado, se revela en los seres que cruzan un instante su mirada con la nuestra.
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#5

(30-08-2018, 15:58 PM)Gloria_ escribió:  
(30-08-2018, 15:49 PM)sacerdotisaluna escribió:  
(30-08-2018, 15:21 PM)Gloria_ escribió:  Vuelvo a ofrecer los mensajes de José María Doria en forma de frases célebres y la interpretación de las mismas.

Las frases serán escogidas aleatoriamente o bien podéis escoger un número del 1 al 144.

Que interesante!! me apunto,elijo el número 33,mil graciasss

COMUNICACIÓN

Tacto es la habilidad de lograr que otro vea la luz sin hacerle sentir el rayo. Henry Kíssinguer.

La verdadera maestría lleva aparejada la facultad de transmitir enseñanza a otra persona sin pasar ninguna factura emocional por ello. Se trata de facturas encubiertas que recuerdan sutilmente, no sólo la ignorancia del que aprende, sino también la superioridad del que enseña. La verdadera maestría muestra que aprender es un proceso fácil y apoya la idea de que no es necesario el esfuerzo, sino que más bien es la motivación lo que realmente cuenta. La tan caducada frase la letra con sangre entra, afirmaba que el conocimiento se logra a través del sacrificio y las experiencias de renuncia dolorosas. Pero sin duda, dicha sentencia pertenece a los viejos paradigmas de escasez y estancamiento de nuestra herencia. En el mundo de la enseñanza, es frecuente encontrar a personas que son simplemente eruditas. Es decir, que tan sólo poseen cantidad de datos académicos. Son profesionales que todavía no han “metabolizado” su información ni logrado convertirla en sabiduría. Son repetidores de lo leído que tan sólo se quedan en meros “coleccionistas de datos”. Por el contrario, aquel ser humano que haya experimentado la información que posee, y mediante lágrimas y risas haya madurado su alma, estará facultado por el Universo para facilitar la expansión de la consciencia. La función del profesor puramente “enterado”, consiste en repetir la información que acopia y, en el peor de los casos, dar lecciones con carga de superioridad soterrada. Por el contrario, la figura del profesor que tras subir la escarpada, se ve inmerso en el descenso a sus “infiernos”, expresa tal grado de prudencia y sabiduría, que no osa condenar ni siquiera a su propia sombra. El ser humano maduro hace ya tiempo que salió de la casa y derritió sus fríos picos matemáticos en los valles del corazón. Valles en donde nació la Vida con mayúsculas. El sabio camina hermanado junto al discípulo, facilitando situaciones en las que el joven siembra preguntas y cosecha respuestas. ¿Cómo hace un psicoterapeuta para mostrar la luz sin los efectos del rayo? La Psicología es el arte de elaborar preguntas. Preguntas que al nacer, dirigen la atención del paciente hacia áreas que éste por sí sólo, difícilmente observaría. Y sucede que al mirar, allí donde conviene alumbrar y proceder a examinar lo que aflora, logramos expandir consciencia sobre nuestras insospechadas sombras. La palabra “terapeuta” quiere decir “acompañante”. Un psicoterapeuta será un acompañante de la psique es decir, acompañante del alma. Un facilitador de espacios de transformación en los que se modifican pautas. En realidad, el campo de consciencia que un psicoterapeuta elabora con su cliente, más se parece a un espacio de ginecología en el que se alumbra un nuevo Yo, que a un diagnóstico académico orientado por baterías de test y títulos de excelencia. Cuando encontramos un mentor vocacional que nos acompaña y asesora en los procesos de cambio, revisamos interpretaciones de lo que sucede, y sobre todo, ampliamos progresivamente la facultad de “darnos cuenta”. Mostrar la luz sin hacer sentir el rayo, también significa ejercer el arte de preguntar de forma tal que el propio sujeto que está aprendiendo a aprender, elabore su propia respuesta. El proceso de respuesta consiguiente no se queda en el nivel del dato, sino que desencadena vivencias conscientes que transforman la mente del que se busca. El que enseña a los demás tras haber aprendido a preguntar y a escuchar, en realidad, es el que mejor muestra y revela lo que hay tras las apariencias.

(30-08-2018, 15:52 PM)Nika escribió:  Hola!!! Me apunto, la que me toque será la adecuada. Muchas gracias

HERMANDAD

--Busqué mi alma a mi alma no la pude ver.
Busqué a mi Dios, mi Dios me eludió.
Busqué a mi hermano y encontré a los tres-- Anónimo


Hay momentos en los que la vida nos enfrenta a la enfermedad, al duelo y a la desgracia. Sucede entonces que tendemos a sentir que todo se mueve y se tambalea. Es un tiempo en el que buscamos un Algo que esté más allá de la vida funcional y prosaica y que, a su vez, aporte alivio y nuevas respuestas. En tales circunstancias, muchas personas recuerdan que, en algún tiempo pasado y, antes de entrar en los giros cotidianos de la noria, experimentaron registros de inocencia y lucidez. Y, tal vez entonces, se nos ocurre echar de menos la calidez del alma, sobre todo, en momentos sensibles en los que observamos como asoma a nuestra conciencia la mediocridad y tristeza. Es un tiempo en el que uno se interesa por niveles sensibles que, al parecer, tan sólo afloran en los místicos y poetas. En el fondo, se tiene la esperanza de aprovechar la nostalgia recién presentada para ver un destello de luz e incorporar tal esencia en la vida diaria. Uno, entonces, tan sólo quiere sentir y aliviar la sequedad que acompaña el desierto de algunas etapas que su vida enfrenta. Tras no ver ni escuchar ningún destello de respuesta, uno vuelve, poco a poco, a los hábitos de cada día y la idea de tan sutil contacto, pronto se olvida y dispersa. Pareciere que la llamada profunda no ha debido llegar al nivel que uno anhela. Tal vez, porque piensa que cualquier cosa que huela a espiritual es una idea fabricada por el temor de la propia mente o, tal vez, porque Eso, aunque exista, no contesta en la forma que uno espera. Es entonces cuando se recuerda que, tal vez, Dios no tenga su residencia en los cielos precisamente, sino que sea el corazón profundo de todas las cosas. Tras lo cual, uno decide aplicarse con plena atención al momento presente como forma de limpiar el canal de conexión con su propia alma. Poco a poco, la acción noble y justa hace encajar todas las piezas que anteriormente parecían dispersas. Finalmente, uno termina por sentir que Eso que buscaba es uno mismo y que se halla en relación con su propio darse cuenta. Pasado un tiempo, la profundidad comienza a revelarse y la propia mente busca la serenidad en un silencio que antes no aguantaba y que, ahora, de pronto, se vive como estado óptimo de conciencia. Uno observa que desde la reciente complicidad interna, Eso existe debajo y encima, atrás y delante de todas las cosas. Llega un día en el que sentimos hermandad con los rostros que se cruzan. Un sentimiento menos empañado por el egoísmo, la prisa y la sombra. Y como si fuese un pequeño tallo que aflora de la tierra, brota el espíritu de servicio que, anteriormente, latía escondido en ese espacio interior que recuerda a las capas más profundas de la cebolla. Es entonces cuando se capta el alma como apertura que subyace en las pupilas, muchas veces ajenas a su propia grandeza. Uno comenzó buscando en los cielos. Más tarde, adentró su mirada al corazón de sus células y se abrió a momentos de silencio que apostaban por la hondura serena. Y todavía, más tarde, el Rostro interno, ya vislumbrado, se revela en los seres que cruzan un instante su mirada con la nuestra.

Muchas gracias Gloria,tiene mucho sentido para mi,mil graciass

El éxito no es para siempre,y el fracaso no es el final,lo que cuenta es el valor de seguir adelante.Ángel
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#6

Que bonito me apunto

Número 10
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#7

Hola me apunto, el 97 Sonrisa
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#8

(30-08-2018, 15:58 PM)Gloria_ escribió:  
(30-08-2018, 15:49 PM)sacerdotisaluna escribió:  
(30-08-2018, 15:21 PM)Gloria_ escribió:  Vuelvo a ofrecer los mensajes de José María Doria en forma de frases célebres y la interpretación de las mismas.

Las frases serán escogidas aleatoriamente o bien podéis escoger un número del 1 al 144.

Que interesante!! me apunto,elijo el número 33,mil graciasss

COMUNICACIÓN

Tacto es la habilidad de lograr que otro vea la luz sin hacerle sentir el rayo. Henry Kíssinguer.

La verdadera maestría lleva aparejada la facultad de transmitir enseñanza a otra persona sin pasar ninguna factura emocional por ello. Se trata de facturas encubiertas que recuerdan sutilmente, no sólo la ignorancia del que aprende, sino también la superioridad del que enseña. La verdadera maestría muestra que aprender es un proceso fácil y apoya la idea de que no es necesario el esfuerzo, sino que más bien es la motivación lo que realmente cuenta. La tan caducada frase la letra con sangre entra, afirmaba que el conocimiento se logra a través del sacrificio y las experiencias de renuncia dolorosas. Pero sin duda, dicha sentencia pertenece a los viejos paradigmas de escasez y estancamiento de nuestra herencia. En el mundo de la enseñanza, es frecuente encontrar a personas que son simplemente eruditas. Es decir, que tan sólo poseen cantidad de datos académicos. Son profesionales que todavía no han “metabolizado” su información ni logrado convertirla en sabiduría. Son repetidores de lo leído que tan sólo se quedan en meros “coleccionistas de datos”. Por el contrario, aquel ser humano que haya experimentado la información que posee, y mediante lágrimas y risas haya madurado su alma, estará facultado por el Universo para facilitar la expansión de la consciencia. La función del profesor puramente “enterado”, consiste en repetir la información que acopia y, en el peor de los casos, dar lecciones con carga de superioridad soterrada. Por el contrario, la figura del profesor que tras subir la escarpada, se ve inmerso en el descenso a sus “infiernos”, expresa tal grado de prudencia y sabiduría, que no osa condenar ni siquiera a su propia sombra. El ser humano maduro hace ya tiempo que salió de la casa y derritió sus fríos picos matemáticos en los valles del corazón. Valles en donde nació la Vida con mayúsculas. El sabio camina hermanado junto al discípulo, facilitando situaciones en las que el joven siembra preguntas y cosecha respuestas. ¿Cómo hace un psicoterapeuta para mostrar la luz sin los efectos del rayo? La Psicología es el arte de elaborar preguntas. Preguntas que al nacer, dirigen la atención del paciente hacia áreas que éste por sí sólo, difícilmente observaría. Y sucede que al mirar, allí donde conviene alumbrar y proceder a examinar lo que aflora, logramos expandir consciencia sobre nuestras insospechadas sombras. La palabra “terapeuta” quiere decir “acompañante”. Un psicoterapeuta será un acompañante de la psique es decir, acompañante del alma. Un facilitador de espacios de transformación en los que se modifican pautas. En realidad, el campo de consciencia que un psicoterapeuta elabora con su cliente, más se parece a un espacio de ginecología en el que se alumbra un nuevo Yo, que a un diagnóstico académico orientado por baterías de test y títulos de excelencia. Cuando encontramos un mentor vocacional que nos acompaña y asesora en los procesos de cambio, revisamos interpretaciones de lo que sucede, y sobre todo, ampliamos progresivamente la facultad de “darnos cuenta”. Mostrar la luz sin hacer sentir el rayo, también significa ejercer el arte de preguntar de forma tal que el propio sujeto que está aprendiendo a aprender, elabore su propia respuesta. El proceso de respuesta consiguiente no se queda en el nivel del dato, sino que desencadena vivencias conscientes que transforman la mente del que se busca. El que enseña a los demás tras haber aprendido a preguntar y a escuchar, en realidad, es el que mejor muestra y revela lo que hay tras las apariencias.

(30-08-2018, 15:52 PM)Nika escribió:  Hola!!! Me apunto, la que me toque será la adecuada. Muchas gracias

HERMANDAD

--Busqué mi alma a mi alma no la pude ver.
Busqué a mi Dios, mi Dios me eludió.
Busqué a mi hermano y encontré a los tres-- Anónimo


Hay momentos en los que la vida nos enfrenta a la enfermedad, al duelo y a la desgracia. Sucede entonces que tendemos a sentir que todo se mueve y se tambalea. Es un tiempo en el que buscamos un Algo que esté más allá de la vida funcional y prosaica y que, a su vez, aporte alivio y nuevas respuestas. En tales circunstancias, muchas personas recuerdan que, en algún tiempo pasado y, antes de entrar en los giros cotidianos de la noria, experimentaron registros de inocencia y lucidez. Y, tal vez entonces, se nos ocurre echar de menos la calidez del alma, sobre todo, en momentos sensibles en los que observamos como asoma a nuestra conciencia la mediocridad y tristeza. Es un tiempo en el que uno se interesa por niveles sensibles que, al parecer, tan sólo afloran en los místicos y poetas. En el fondo, se tiene la esperanza de aprovechar la nostalgia recién presentada para ver un destello de luz e incorporar tal esencia en la vida diaria. Uno, entonces, tan sólo quiere sentir y aliviar la sequedad que acompaña el desierto de algunas etapas que su vida enfrenta. Tras no ver ni escuchar ningún destello de respuesta, uno vuelve, poco a poco, a los hábitos de cada día y la idea de tan sutil contacto, pronto se olvida y dispersa. Pareciere que la llamada profunda no ha debido llegar al nivel que uno anhela. Tal vez, porque piensa que cualquier cosa que huela a espiritual es una idea fabricada por el temor de la propia mente o, tal vez, porque Eso, aunque exista, no contesta en la forma que uno espera. Es entonces cuando se recuerda que, tal vez, Dios no tenga su residencia en los cielos precisamente, sino que sea el corazón profundo de todas las cosas. Tras lo cual, uno decide aplicarse con plena atención al momento presente como forma de limpiar el canal de conexión con su propia alma. Poco a poco, la acción noble y justa hace encajar todas las piezas que anteriormente parecían dispersas. Finalmente, uno termina por sentir que Eso que buscaba es uno mismo y que se halla en relación con su propio darse cuenta. Pasado un tiempo, la profundidad comienza a revelarse y la propia mente busca la serenidad en un silencio que antes no aguantaba y que, ahora, de pronto, se vive como estado óptimo de conciencia. Uno observa que desde la reciente complicidad interna, Eso existe debajo y encima, atrás y delante de todas las cosas. Llega un día en el que sentimos hermandad con los rostros que se cruzan. Un sentimiento menos empañado por el egoísmo, la prisa y la sombra. Y como si fuese un pequeño tallo que aflora de la tierra, brota el espíritu de servicio que, anteriormente, latía escondido en ese espacio interior que recuerda a las capas más profundas de la cebolla. Es entonces cuando se capta el alma como apertura que subyace en las pupilas, muchas veces ajenas a su propia grandeza. Uno comenzó buscando en los cielos. Más tarde, adentró su mirada al corazón de sus células y se abrió a momentos de silencio que apostaban por la hondura serena. Y todavía, más tarde, el Rostro interno, ya vislumbrado, se revela en los seres que cruzan un instante su mirada con la nuestra.
Muy adecuada, muchísimas gracias
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#9

me apunto eligo el numero 1
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#10

(30-08-2018, 16:04 PM)Veleta escribió:  Que bonito me apunto

Número 10

ALEGRIA

La alegría compartida es doble alegría. El dolor compartido es medio dolor. Tiedge

Cuando éramos niños, ¿quién de nosotros no corrió a contar a papá y mamá que había ganado una medalla? y ¿quién no guarda como un tesoro esa noticia dichosa que arde en deseos de compartir al llegar a casa? Sin duda, alegrías que nos hacen felices y que, al compartirlas con nuestros seres queridos, las vemos insólitamente multiplicadas. Cuando la alegría nos llena exclamamos: ¡Soy feliz! ¡Desearía tanto que todos fuesen felices! ¡Que todos mis amigos lo sepan! Pero en el otro platillo de la balanza, ¿qué sucede con el dolor?, ¿quién no ha sentido alivio al compartir su duelo? Sabemos que expresar los sentimientos de las múltiples pérdidas que acompañan nuestra vida, alivia el dolor y cicatriza las heridas del alma. ¿Por qué lloras? ¡Cuéntame! Compartir el dolor no significa quejarse. Conviene saber que, mientras el hecho del desahogo descontrae tensiones y disuelve la crispación interna, la queja, por el contrario, debilita al que la ejerce y hace descender el nivel inmunológico del sistema. La queja conlleva una actitud de dependencia y victimismo que, si se practica y no se corrige, corre el riesgo de hacerse crónica. En realidad, la queja encubre devaluación y negación de la propia capacidad para resolver los problemas. La queja solicita, sutil y manipuladoramente, un apoyo ajeno basado en la pena y en la dependencia. Todo un virus mental que además de no resolver nada, debilita el cuerpo y el alma. Compartir el dolor con sinceridad y sin asomo de queja supone responsabilizarnos de nuestra vida y afirmarnos en la superación de los problemas. Expresar el dolor es hacer aflorar la vulnerabilidad y la consiguiente grandeza que nuestra humanidad conlleva. Compartir los momentos oscuros supone enfrentar realidades internas que, en otro momento, nos habrían parecido poco “comerciales” para nuestra imagen en venta. El “desahogo” nada pide, tan sólo solicita atención y escucha para poder convertir en palabras los oscuros sentimientos de confusión y congoja. Uno sabe que conforme más capaz se es de nombrar el dolor, más control se tiene sobre la raíz de las propias penas. Es por ello que conforme se comparte dicho sentimiento se retoma la perspectiva y se ordenan las ideas en nuestra cabeza. De nuevo, recuperamos la distancia del espectador pleno de desapego y calma. El verdadero crecimiento supone superar el narcisismo que nos convierte en el centro dramático de nuestras vidas. El ser humano es tan sociable por naturaleza que cuanto mayor sea el nivel de comunicación, mejor será el aprendizaje y el desarrollo de sus facultades plenas. En realidad, el Universo es un conjunto de relaciones entre átomos, planetas, estrellas y personas. Una danza de infinitas partículas que tejen la gran malla de la Realidad que como red holográfica, vibra en el gran juego de las interdependencias. Cuando uno se siente feliz, puede optar por ofrecer al Cielo su propia dicha permitiendo que los campos de energía se expandan por el Planeta. Tal vez, se nos ocurra pensar que nuestra oleada de paz está llegando allí donde alguien asolado pueda recibir una suave caricia en su cara. ¿Acaso hay mayor satisfacción que regalar nuestra alegría de manera anónima? Y por el contrario, cuando uno siente el dolor nacido por la propia sacudida del alma, puede levantar la mirada al Universo y optar por respirar durante unos minutos. Respirar profundamente mientras todas las estrellas son conscientes de que el dolor que llegó... ya pasa.

(30-08-2018, 16:06 PM)lamore escribió:  Hola me apunto, el 97 Sonrisa

LIBERTAD

La esclavitud es la identificación del que ve con los instrumentos de la visión. Patanjali.

Si usted puede ver como flotan y evolucionan las nubes del cielo, se debe a que usted no es precisamente tales nubes, sino el Testigo que las contempla. Entonces, ¿quién es usted? Si usted es capaz de darse cuenta de las sensaciones de su cuerpo, se debe a que usted no es dichas sensaciones, sino el Testigo que las percibe y contempla. Entonces, ¿quién es usted? Si usted es capaz de observar los sentimientos y pensamientos que aparecen en su mente se debe a que usted no es tales sentimientos, sino el Testigo que los contempla. Entonces, ¿quién es usted? El ojo no se ve a sí mismo y todo aquello que uno pueda “ver”, no será sujeto, sino objeto. El veedor no es lo visto. Sin embargo, puede decirse que en la vida cotidiana vivimos identificados con nuestro cuerpo y nuestra mente. El problema que al parecer nos sucede es que el sujeto que ve, es decir lo que sentimos como identidad Yo, se cree ser los pensamientos. Es decir, que la propia identidad sujeto por excelencia es, de pronto, confundida con el objeto visto, aunque éste sea tan sutil como son los sentimientos más íntimos. Sabemos que cuando somos parte de una querella perdemos la ecuanimidad. De la misma forma sabemos que cuando confundimos al Yo con la mente pensante se termina por sufrir los mismos vaivenes que los de los propios pensamientos. Dé un paso atrás y experimente una interesante situación. Trate de imaginar que sus ojos internos están situados en la nuca. Desde este punto, ¿sería capaz de ver a sus ojos físicos mirar lo de fuera? Dé un paso hacia el Testigo capaz de observar a sus globos oculares por detrás, y descanse en Él. La mirada y el pensamiento y todo lo que sea usted capaz de ver, no es usted, sino lo que tiene usted. Cuando, por ejemplo, decimos “mi mano”, ¿por qué decimos “mi” mano?, ¿acaso porque inconscientemente sabemos que no somos en realidad la mano, sino que tenemos una mano?. Tanto “mi” pierna, “mis” sentimientos, “mi” mente, “mi...” son objetos del Yo, no son el Yo. Al liberarse de la identificación con los objetos de nuestra visión, experimentaremos libertad y desapego. Al darse cuenta de que usted no es sus deseos, ni su cólera, ni sus inquietudes... porque todo eso puede “verse”, usted sentirá una Libertad de sabor neutral. Pero, ¿qué significa ser neutral?, ¿acaso significa no tener especiales intereses personales en el objeto que se dirime?, ¿acaso no es sentir des-implicación?, ¿cuál es el porqué de esa des-implicación?, ¿es porque, acaso al estar des-identificado, no se está afectado? El objetivo, tanto del yogui liberado como del lama iluminado, o bien el del sacerdote redimido y de tantos otros buscadores de libertad esencial, consiste, primero, en diferenciar y, posteriormente, en integrar. Tras comenzar diferenciando, se finaliza la búsqueda en el momento en que lo de dentro y lo de fuera dejan de ser dos. Cuando sujeto y objeto son no-dos, cuando el observador y lo observado se tornan un Solo Sabor, sucede que, entonces, se ha trascendido la mente racional y dualista del Yo-Tú y se existe tan sólo como contemplación supraconsciente. Entonces, simplemente todo ES. Cada mañana al despertar y antes de pisar el suelo del mundo, observe como comienza a tener las primeras sensaciones, los primeros sentimientos y pensamientos... es decir, objetos en su consciencia. En ese preciso instante, es cuando resulta muy fácil preguntarse, ¿quién soy? y seguidamente, no “pillarse” con lo visto, sino más bien permanecer lúcidamente instalado en el Espectador.

(30-08-2018, 16:08 PM)KITTY escribió:  me apunto eligo el numero 1

ABUNDANCIA

Nunca se da tanto como cuando se da seguridad y confianza. Anatole France.

La mente humana suele tender a anticipar desgracias. Y sucede que cuando sufrimos antes de lo necesario, sufrimos más de lo necesario. Las estadísticas afirman que el noventa por ciento de nuestros sufrimientos los causan cosas anticipatorias que no han sucedido ni van a suceder. Si uno observa su mente, comprobará que funciona de manera fugaz e inquieta. Se mueve yendo y viniendo entre el pasado y el futuro y discurre rápida entre los polos de la antelación y la memoria. Pero tal función no tiene por qué conllevar la anticipación sufridora que, a menudo, tortura a muchas personas. La mente cuida de nuestro cuerpo, revisando velozmente registros pasados, a la vez que los proyecta en sucesos por venir. Una función que, aunque nos protege de peligros y previene riesgos, puede generar pensamientos infundados acerca de desgracias venideras. No tenemos más que el presente. El estado de pre-ocupación es estéril, ya que lo apropiado es ocuparse, no pre-ocuparse que es lo mismo que ocuparse antes de tiempo. Recordemos que somos más felices y eficaces creando soluciones que dando vueltas en torno a los problemas. Entretanto, ¿qué mejor que abrir el corazón a la esperanza?. Una mente que procesa el problema, que se acerca una y otra vez a éste y no crea soluciones, es una mente incompetente e incompleta. Una mente sana observa el problema y, rápidamente, lo suelta para reorientarse de inmediato hacia el vislumbre de las soluciones que correspondan. El miedo y la tensión, tan sólo cumplen su verdadera misión cuando movilizan la inteligencia hacia la acción que convenga. Mantengamos la atención para no “engancharnos” al problema, ya que una vez “visto” éste, donde realmente tenemos que poner nuestra visión es en las soluciones certeras. No miremos tanto al veneno como al antídoto. Y, si al principio éste no se ve, tal ausencia no quiere decir nada. Por el mero hecho de “mirar” dicho espacio, los remedios y soluciones aparecerán progresivamente en la consciencia. Aquello en lo que uno enfoca su atención tiende a crecer, se trate de solución o se trate de problema. Cuando se quiere ayudar a una persona cuya mente se siente amenazada por problemas venideros, lo mejor que puede hacerse es ayudar a dicha mente a que se torne clara y confiada. De esta forma, estará más capacitada para enfrentar las pruebas que se avecinen con ecuanimidad y eficacia. Entonces, ¿qué mejor apuesta que fomentar los recursos del ahora? Sin duda, el sentimiento de confianza es la mejor opción de nuestra mente y es el gran rasgo de la inteligencia del alma. La confianza es complicidad y comunión con una sintonía más amplia. La confianza es sintonía con ese Poder tan grande que mueve los átomos y las galaxias. Vivir en la confianza es sentir que, llegado el momento de las encrucijadas, uno sabrá hallar las claves y decidirá lo que entonces haga más falta. La confianza es saber que el tiempo va a favor y que, cada día, nuestra mente es más competente y sabia. Y de la misma forma que el Universo se expande a velocidades infinitas, nosotros también nos abrimos a lo que, en realidad, somos: Observadores del gran regalo de la consciencia. Recordemos que al final, todo se arregla, y que, en realidad, nunca pasa nada. Además, si uno reflexiona, termina por reconocer que el dolor y las pérdidas pasadas abrieron nuevas avenidas internas por las que se expandió la consciencia. El dolor que tuvimos que soportar, acompañado de pérdidas, vació nuestro ego y “pinchó” ilusiones que nos esclavizaban. Más tarde, cuando las burbujas se desvanecen, sentimos mayor ligereza y vibramos en la sintonía del alma.
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