La Voluntad humana (1), ilustrada por la Ciencia (2) y manifestada por la Acción (3), produce la Realización (4) de un Poder del cual se usa o se abusa según la buena o mala Inspiración (5) en el círculo trazado por las leyes del orden universal.
Después de haber soportado la prueba (6) impuesta por la Sabiduría Divina, entra, mediante la Victoria (7), en posesión de la obra que ha creado, constituyendo su Equilibrio (8) sobre el eje de la Prudencia (9), y domina las oscilaciones de la Fortuna (10). La Fuerza (11) del hombre santificado por el Sacrificio (12), que es la ofrenda voluntaria de uno mismo sobre el altar de la abnegación o de la expiación, triunfa de la muerte y de su divina Transformación (13), y elevándola más allá de la tumba, en las regiones de un progreso infinito, opone la realidad de una inmortal iniciativa (14) a la mentira eterna de la Fatalidad (15). El curso del tiempo se mide con ruinas, pero más allá de cada Ruina (16) se ve aparecer de nuevo la aurora de la Esperanza (17) o el crepúsculo de las Decepciones (18). El Hombre desea siempre lo que no tiene, y el Sol de la Dicha (19) se levanta para él detrás de la tumba, después de la Renovación (20) de su ser por la muerte, que le abre una esfera más alta de voluntad, de inteligencia y de acción. La Voluntad que se deja gobernar por los instintos del cuerpo, abdica su libertad y se consagra a la Expiación (21) de su error o de su falta. Contrariamente, la voluntad que se une con Dios para manifestar la Verdad y conseguir la Justicia, entra, aún en esta vida, a participar del Poder Divino sobre los seres y las cosas. Recompensa (22) eterna de los espíritus libres.
¡Jamás libro alguno expresó en sus páginas lo que este Oráculo mudo en sus 22 láminas!
Después de haber soportado la prueba (6) impuesta por la Sabiduría Divina, entra, mediante la Victoria (7), en posesión de la obra que ha creado, constituyendo su Equilibrio (8) sobre el eje de la Prudencia (9), y domina las oscilaciones de la Fortuna (10). La Fuerza (11) del hombre santificado por el Sacrificio (12), que es la ofrenda voluntaria de uno mismo sobre el altar de la abnegación o de la expiación, triunfa de la muerte y de su divina Transformación (13), y elevándola más allá de la tumba, en las regiones de un progreso infinito, opone la realidad de una inmortal iniciativa (14) a la mentira eterna de la Fatalidad (15). El curso del tiempo se mide con ruinas, pero más allá de cada Ruina (16) se ve aparecer de nuevo la aurora de la Esperanza (17) o el crepúsculo de las Decepciones (18). El Hombre desea siempre lo que no tiene, y el Sol de la Dicha (19) se levanta para él detrás de la tumba, después de la Renovación (20) de su ser por la muerte, que le abre una esfera más alta de voluntad, de inteligencia y de acción. La Voluntad que se deja gobernar por los instintos del cuerpo, abdica su libertad y se consagra a la Expiación (21) de su error o de su falta. Contrariamente, la voluntad que se une con Dios para manifestar la Verdad y conseguir la Justicia, entra, aún en esta vida, a participar del Poder Divino sobre los seres y las cosas. Recompensa (22) eterna de los espíritus libres.
¡Jamás libro alguno expresó en sus páginas lo que este Oráculo mudo en sus 22 láminas!